Ha pasado un año del referéndum del 1 de Octubre de 2017. Aquella fecha supuso muchas cosas. Un referéndum considerado “imposible” se convirtió en una multitudinaria iniciativa de participación popular, autoorganizada y autodefendida ante la represión del Estado español. Es más, la indignación ante las brutales cargas de policías y guardias civiles en los colegios electorales, llevó aún a más gente a defender el derecho a votar que la violencia policial pretendía negar. Así, la determinación a votar de millones de personas y el apoyo directo e indirecto de otras muchas al ejercicio de este derecho convirtieron el 1 de Octubre en un día histórico. Fue un triunfo no solo para los partidarios de la independencia catalana sino también para quienes defienden la libertad de expresión popular. Fue, por eso mismo, una derrota del Estado español. No fue capaz de impedir la celebración de la votación y proporcionó una perfecta imagen de sí como poder arrogante y opresivo.
Seguimiento:
El Estado español, desde hace 40 años, había sido legitimado en Catalunya por la Generalitat y los partidos que la han ocupado en todo este tiempo. Un poder negativo, sostenido por las fuerzas políticas de la burguesía catalana. Sin embargo, hace un año apareció en Catalunya como un cuerpo casi totalmente ajeno a la realidad y a la vida de este territorio y de su gente. Ajeno y por eso tan violento. Durante este año la reacción estatal ha seguido el camino represivo. Aplicación del artículo 155, detención y prisión provisional de los dirigentes del gobierno catalán. Sin embargo, no parece en condiciones de recuperar el terreno perdido. Recordar el 1 O y la Huelga general del 3 O supone también volver sobre las esperanzas de libertad e independencia de quienes fueron protagonistas de estas experiencias. Denunciar la represión estatal y exigir la libertad de los presos políticos es indispensable pero no es suficiente. Actualmente las esperanzas de libertad de decisión, de autodeterminación e independencia quedan rehenes no solamente de la negativa del Estado español sino también de las polémicas internas a las fuerzas independentistas. La independencia de la gente de Catalunya puede ser la de los otros territorios y poblaciones de la península. La República catalana puede ser el inicio de un nuevo marco de colaboración y solidaridad entre los pueblos ibéricos. Una confederación libre que suponga también acabar con la monarquía borbónica heredada del franquismo. Lo contrario, una Catalunya independiente junto a una España monárquica aparece, en cambio, poco probable. Nosotros y nosotras reconocemos el derecho a la autodeterminación de los pueblos. Si bien no creemos que los Estados, tanto los que existen como los que pueden nacer, supongan una perspectiva de liberación. Son la expresión política, por tanto opresora, de las burguesías. Suponen separación y exclusión, ya sea a través de la idea de nación, que define a los otros como extranjeros, ya sea a través de las fronteras, que impiden a las personas moverse libremente en búsqueda de una vida mejor. Por lo tanto, nuestro objetivo no es un Estado catalán. Creemos que el proceso de independencia puede abrir una dinámica progresiva, un ejercicio de la libertad que puede ayudar también a imaginar y experimentar una verdadera alternativa a la decadencia de las sociedades estatales que caracteriza esta nueva época histórica. Comunidades libres con una base ética compartida y positiva. Este es el compromiso con el que, como humanistas socialistas, queremos vivir este aniversario y la próxima fase de luchas y de compromiso.
SOCIALISMO LIBERTARIO
1 de OCTUBRE de 2018