Con Verónica, contra la violencia y el machismo.

Verónica tenía 32 años y se suicidó después de que se difundiera entre los trabajadores de su empresa, IVECO, un vídeo con contenido sexual en el que aparecía ella sola.

Lo hizo, según sabemos, después de una semana en la que tuvo que vivir un infierno: víctima de miradas y de personas de su centro de trabajo (de unos 2.500 trabajadores) que se acercaban a ver quién era; agobiada porque el vídeo no llegara a su marido, también trabajador de IVECO y angustiada cuando esto ocurrió; ninguneada por la empresa que lo calificó de “asunto personal” y eligió no activar el protocolo para la prevención del acoso sexual correspondiente tras acudir a Recursos Humanos instándola a denunciar por la vía civil (según denuncia CC.OO. ante el silencio de la empresa); humillada por los mecanismos de una sociedad patriarcal que se interiorizan desde bien pronto y que convierten la difusión de estas prácticas sexuales en objeto de vergüenza y hostigamiento para las mujeres salvo cuando la industria del porno se lucra al respecto. No soportó la presión, como no la soportaron otras antes que ella en EE.UU., Italia, Canadá…

Nos solidarizamos con su gente querida, y con todas las víctimas de algo tan difundido que convierte el suicidio tan sólo en la punta del iceberg más amarga.
Se investiga si quien difundió el vídeo fue un antiguo amante, también trabajador de IVECO, que quería volver con ella y lo usó como coacción tras otras formas de acoso; también a las primeras 20 personas que lo recibieron y gracias a las cuales, sólo el primer día, el vídeo llegó a 200. “Todos somos responsables”, ha dicho con coraje un trabajador de la empresa, pues habiéndolo recibido o
no, indica, nadie quedó sin enterarse. No han faltado las reacciones hipócritas: desde la empresa que dice que dio opciones a Verónica que ella no quiso escoger, hasta medios de comunicación que lamentan lo ocurrido mientras hacen del morbo por la vida ajena su razón de ser.

Tampoco salidas de tono como las de Fran Rivera que diciendo que “los hombres no pueden recibir un vídeo así y no difundirlo” termina por culpabilizar a las mujeres y generalizar sobre los hombres; afortunadamente ha sido contestado por muchas y muchos.

La venganza por despecho, el uso de la intimidad de una mujer para alimentar la camaradería masculina o para coaccionar, el estigma de fresca o de puta, los rumores que estigmatizan y señalan… son cuestiones viejas y bien conocidas por las mujeres. Y las redes sociales y la web lo amplifican haciéndolo viral, convirtiéndolo en una pandemia de la que son víctimas cotidianas millones de personas, en primer lugar mujeres y niños y niñas. Las nuevas tecnologías lo facilitan, alentando la mecanicidad, la rapidez, la emoción fugaz, la escasa empatía… aspectos humanos en los que desde luego no puede apoyarse una reacción positiva a los desvalores difundidos. Y sin embargo esa reacción positiva existe: hoy como nunca vivimos una emersión femenina que en nombre de la libertad y la dignidad enfrenta el patriarcado y el machismo, gracias a la cual casos como este no quedan más ocultos o pasan desapercibidos. Una emersión ante la que los peores reaccionan con el consabido “ella se lo ha buscado” gritado con aún más furia, pero que también está empujando a los mejores hombres, horrorizados por la violencia difundida, a ubicarse junto a las mujeres. Una emersión que discurre en la cotidianidad y la cambia, caótica y confusa, que pone sobre la mesa argumentos nuevos: cómo queremos ser miradas y mirarnos, ser tocadas y tocar, relacionarnos entre nosotras y con el otro género… Es la solidaridad la que más vidas salva; lo saben antes que nada las mujeres que sostienen a otras mujeres para que enfrenten la violencia machista en cualquiera de sus formas. Algo que no sabemos si ocurrió con Verónica, pero que por lo que vemos hasta el momento queda en entredicho. Cada una y cada uno podemos marcar la diferencia: pensémoslo de fondo, para enfrentar el machismo, para romper la complicidad femenina y los privilegios masculinos, para no mirar para otro lado, para construir relaciones más sanas, respetuosas de la intimidad y la integridad y felices.

Anika Lardiés
30 de mayo del 2019