Fabio Beltrame, 28 de marzo 2020
En muchos países africanos la epidemia parecería estar sólo al inicio. La preocupación por la difusión del virus es mayor en África, porque está ligada a un doble riesgo, debido a las condiciones en las que se encuentran casi todos los sistemas sanitarios de los diversos países. A lo largo de las décadas, distintos regímenes del África central y meridional han invertido billones en armas y en conflictos internos. Decenas de billones han acabado en los bolsillos de varios autócratas y de sus sucesores a lo largo del tiempo. Hoy la situación está en una encrucijada: por un lado, no poder curar a las personas enfermas, por otro no estar en condiciones de identificar a las personas infectadas. Si llegase a darse un fenómeno de transmisión del virus similar en cifras al europeo, las poblaciones africanas no podrían soportar el impacto. Son 43 por el momento los Estados africanos en los que se han confirmado casos de coronavirus y –a día de hoy– la población más afectada es de momento Egipto, seguido de Sudáfrica. Dos de los pocos países donde es posible proporcionar un atisbo de asistencia pública. También en los otros países africanos se han registrado centenares de casos, pero además de aplicar el llamado “modelo” italiano de cuarentena, la mayor parte de los gobiernos no tiene la capacidad de hacer nada más, aparte de desear cínicamente que, tratándose de poblaciones muy jóvenes de media, el virus sea menos letal. Son sobre todo las ONGs internacionales de médicos y enfermeros y los miles de voluntarios africanos e internacionales y los misioneros quienes se están esforzando y preparando para hacer frente a una emergencia que se suma a la de la epidemia del ébola (contenida, pero no erradicada) y a la invasión de las langostas que está devastando grandes regiones del continente.