India. El racismo de las castas y de la democracia.

La condena por parte de varias estrellas de Bollywood del asesinato de George Floyd y del racismo ha suscitado legítimas polémicas en la India. Se les ha cuestionado que hayan callado hasta ahora respecto a los muchos episodios de violencia racista en su país, a algunas actrices que hayan hecho publicidad de cremas para blanquear la piel, en un país en el que la piel oscura es vista como típica de las castas bajas o de los “sin casta”, de los dalit (“oprimidos”), como se les llama hoy con la corrección política, ayer “parias” o “intocables”.

Es demasiado fácil estar contra el racismo en los Estados Unidos y callar sobre el racismo y las discriminaciones en el propio país. La polémica tiene que ver con un problema colosal, sobre el que hay un silencio del cual demasiados son culpables: alrededor de 250 millones de personas pertenecen a esa parte de la población india discriminada y vejada sobre la base del atroz sistema de las castas y de la ideología religiosa hindú que lo sustenta. Cada 10 minutos tiene lugar una atrocidad contra un dalit, que puede ser asesinado sólo por beber de donde no puede. Casi siempre un hombre de casta alta puede violar impunemente a una dalit. El sistema de castas, hiper racista, violento y patriarcal, santificado por el hinduismo y en su tiempo defendido por Gandhi -precisamente el “mahatma” que ha pasado por pacifista- hoy es base de apoyo para el régimen nacionalista fascistoide del primer ministro Modi y de su partido, el BJP. También en la más poblada democracia del mundo el racismo, a través del sistema de castas, se entrelaza y conjuga con la democracia.