Las revoluciones de la gente común han sido derrotadas. No ha sido fácil aceptarlo, pero ha sido necesario, incluso por respeto hacia sus protagonistas, tan valientes y generosos, capaces como en ninguna otra revolución de ir a lo esencial, lejos de las lógicas político- militares. Revoluciones y revueltas han sido vencidas, en primer lugar, manu militari por opresores que han desatado la guerra y la han empujado hasta el punto de transformar los países en cúmulos de escombros, como ha ocurrido en Siria y en Yemen, además de conceder espacios y medios al Isis y a Al-Qaeda. En Egipto, la contrarrevolución ha sido más astuta, pero de todos modos feroz: primero contra las vanguardias de plaza Tahrir, sobre todo las femeninas, luego contra la sociedad entera protagonista de la fantástica experiencia de 2011. Sólo la revuelta tunecina -la primera en osar y bajar a las calles, inspirando a los otros, pero más clásica en las modalidades- ha sido normalizada por vía parlamentaria, no sin episodios de violencia e incluso con homicidios selectivos de vanguardias incómodas.
Los faraones y los rais -apoyados más que antes por Washington y Moscú, Pequín, Teherán y Ankara, pero también cubiertos por las democracias europeas- han vuelto a tomar los centros de poder y los mandos, han obligado a las vanguardias que no han conseguido matar o encarcelar a buscar asilo en el extranjero. Y, sin embargo, los poderosos están preocupados y nerviosos al máximo, preparados para desatar su furia contra cualquiera y contra cualquier cosa que evoque el recuerdo de plaza Tahrir y el primer año de la revolución siria. Han vencido militar y políticamente, pero son más inseguros -y violentos- que nunca, a mayor razón desde que han visto asomarse, no sólo el espíritu, sino las lógicas mejores de esas experiencias, en Jartum, Alger, Beirut, Bagdad u otros lugares.
El protagonismo juvenil y la leadership femenina, los intentos de sustraerse activamente al enfrentamiento con los opresores -mientras se aprende a conocer y tejer nuevas relaciones- vuelven, como embrión más claro, a inspirar, guiar y dar fuerza. Hace diez años ha empezado una nueva página de una historia por escribir del todo, contar y generalizar.
Traducción: Mireya Almuzara