Entrevista “Métodos ajenos al movimiento de las mujeres”

El pasado 10 de mayo la asociación ArciLesbica recibió un ataque en Bolonia a través de pintadas vulgares y ofensivas en la sede de La Comune, en las que nuestra organización hermana las hospeda. Como reacción Las mujeres de La Comune y Arcilesbica están promoviendo un manifiesto con el título “Defendamos la identidad humana y la libertad de amar. Basta de violencias e intimidaciones”. Traducimos la entrevista que Martina Caselli realizó a Cristina Gramolini, presidenta nacional de ArciLesbica, feminista comprometida en la denuncia de las pseudoteorías queer y una de las promotoras del manifiesto mencionado, agradeciendo al periódico La Comune, donde fue publicada, el permiso para su edición.

Hace algunas semanas vuestra histórica asociación ArciLesbica, hospedada en la sede de La Comune en Bolonia, ha sido objeto de pintadas
ofensivas. Es el último de una serie de ataques, desde calumnias hasta amenazas de muerte, que estáis recibiendo ya desde hace años y que hoy
caen sobre todas aquellas/os que defienden la identidad y los derechos de las mujeres y que denuncian el fenómeno del “neo-negacionismo”. ¿Qué es lo que hay en juego?

En juego hay dos cosas: una interpretación diferente del sexismo y un sujeto diferente que se encarga de la lucha. Por lo que concierne al primer punto, hasta ahora el movimiento de las mujeres ha interpretado el patriarcado como un sistema de explotación de las mujeres por parte de los hombres, una explotación basada en el sexo que ha consentido sacar provecho de servicios sexuales, reproductivos, emotivos y materiales desde una posición de dominio, justificado por la naturalización de la división sexual del trabajo.
Lo queer interpreta de forma distinta el patriarcado: lo entiende como una norma heterosexual que oprime a todos los no-heterosexuales a través de masculinidad y feminidad obligatorias. Parecen lecturas análogas, en cambio en la primera el sujeto de la liberación son las mujeres, en la segunda son las personas lgtb+, con un particular énfasis en la posición trans que sería chocante respecto al falso orden natural, aunque también las personas hetero tienen espacio en el movimiento que se autodefine transfeminista, con tal de que sean “indecorosas”, es decir, alternativas a la moral burguesa.
No comparto el enfoque queer, para mí el corazón de la lucha no es la derrota de la moral tradicional sino del violento dominio masculino, para mí la intersección de múltiples contradicciones se apoya en la diferencia sexual. No debería ser un escándalo que haya lecturas diferentes de un problema.

Desde hace meses estamos denunciando la insidia que se esconde en el DDL Zan (proyecto de ley italiana, NdT) a propósito de la “identidad de género” entendida como presunta identidad “percibida” separada del dato biológico. Ya en los EEUU hombres que se autodeclaran mujeres han sido autorizados a competir en deportes femeninos o a entrar en los vestuarios reservados a mujeres. Pero no es sólo este el riesgo: la disolución de los dos géneros, femenino y masculino, tiene efectos gravísimos, en primer lugar, para las y los jóvenes, sobre la conciencia y la entereza psico-corpórea, sobre la afectividad y la relacionalidad.

¿Cómo podemos unirnos para defender verdaderamente la libertad de amar contra la homofobia y todas las discriminaciones?

La transexualidad es una condición seria de no aceptación del propio sexo, que concierne a un cierto grupo de personas y que es justamente
reconocida por la ley desde 1982 con modificaciones posteriores.
Sin embargo, temo que hoy una malentendida radicalidad identifica la lucha contra los estereotipos de género ¡con el hecho de ser todos trans! Cada separación de la norma heterosexual se reconduce simbólicamente a la experiencia trans, pero nosotras no aceptamos esta revisión. Hemos aprendido que el sexo no es un destino, se puede interpretar con libertad sin entregarse a la experimentación médico-quirúrgica. Nosotras, lesbianas, estamos inscritas en la historia de las mujeres, somos un particular tipo de mujer y no queremos repetir el gesto misógino de echar por tierra nuestro nombre.
El transfeminismo recorre métodos y lenguajes que no tienen nada que ver con el movimiento de las mujeres, que derivan, a lo sumo del antagonismo y no gustan a las mujeres. Creo que debemos insistir en la ecología del cuerpo, la responsabilidad en las relaciones humanas y en el repudio a la intolerancia.