Alemania. Catástrofe natural y de sistema.

La oleada de mal tiempo de los últimos días ha golpeado a varios países del Norte de Europa con efectos particularmente catastróficos sobre todo en Alemania. En la parte occidental del país se cuentan de momento más de 140 muertos, mil heridos y otros tantos desaparecidos, pueblos enteros y valles arrollados por las riadas, centenares de casas destrozadas, calles y puentes destruidos, miles de personas sin un techo, ni corriente eléctrica ni gas. La falta de alerta y de evacuación por parte de las autoridades explica en gran parte por qué las consecuencias han sido mucho más trágicas respecto al desbordamiento del Elba de 2002 considerado hasta ahora en Alemania “el aluvión del siglo”.
Los políticos alemanes echan la culpa a la excepcional virulencia de las lluvias y lo achacan al cambio climático. Como si ellos mismos no estuvieran entre los primeros responsables de la locura y el distorsionado incidir humano en relación a la naturaleza de la que es parte el destrozo sistemático del territorio que hoy evidencia dramáticamente el resultado también en uno de los países considerados más seguros del mundo.
Esto nos invita a reflexionar sobre cómo nuestras vidas están en peligro siempre y en todas partes en la normalidad de un sistema que desprecia la vida de las personas, como también la expansión por el mundo del Covid 19 está mostrando, tristemente, ante nuestros ojos.
Frente a las calamidades naturales y de sistema vemos también en estas horas cuál es el camino mejor para reaccionar: un movimiento de solidaridad, de ayuda mutua, de generosidad, está confluyendo respecto a las personas afectadas y, como sucede en todas partes en tragedias de este tipo, los primeros auxilios prestados rápidamente “en caliente” por las personas en el lugar han permitido salvar muchas vidas mucho antes que la fría y lente “máquina” de las ayudas estatales se pusiera en movimiento.