Sudán. Un golpe contra las esperanzas de la gente común.

El arresto del primer ministro (civil) Hamdok y de otros exponentes políticos por parte de las fuerzas armadas parece marcar el fin de la frágil transición política que comenzó en Sudán en el verano de 2019. Los militares quieren defender a toda costa su poder económico y político y su impunidad frente a los enormes crímenes cometidos bajo la dictadura de Al Bashir y contra las tímidas tentativas de reforma por parte del gobierno y, por esto, quieren poner fin con sangre al protagonismo popular, juvenil, femenino e interétnico que ha tenido su momento más elevado entre diciembre de 2018 y julio de 2019 pero que no ha terminado. Los acontecimientos parecen indicar algunas cosas: los militares tienen un apoyo minoritario entre la población; muchos miles de personas vuelven a llenar las calles para oponerse a las bandas militares que disparan contra los manifestantes matando e hiriendo; las esperanzas de pacificación entre las etnias, de libertad, dignidad y justicia para las mujeres y los hombres de ese martirizado país, que han crecido en ese proceso concentrado de emersión humana entre 2018 y 2019, se han deteriorado en la trampa del compromiso entre vértices militares y fuerzas políticas, pero no se han agotado. Son estas esperanzas una posibilidad de defender la vivibilidad contra el recurso a la masacre de las camarillas militares, sobornadas por varias potencias regionales.