El pasado 7 de junio se dio luz verde en el Congreso de los Diputados, con el apoyo de PP y Unidas Podemos, a la tramitación de la proposición de ley del PSOE para modificar el Código Penal y perseguir con mayor contundencia el proxenetismo. Se pretende ampliar este término incluyendo en él no solo a quienes obtienen lucro de la prostitución ajena a través de la explotación, sino también a quienes se benefician del dinero obtenido por la mujer prostituida (familiares, por ejemplo) y a quienes lo hacen alquilando locales para el ejercicio de la prostitución (lo que se llama la tercería locativa), y se aumentan las penas para todos ellos así como para quienes hacen uso de ella. Por contra, se pretende evitar que las mujeres prostituidas puedan ser sancionadas (algo contemplado en la Ley Mordaza), y que pasen a ser consideradas víctimas de un delito y receptoras de los derechos recogidos en la ley de Libertad sexual (cuya aprobación está pendiente del paso por el Senado), derechos que pasan por su consideración como víctimas de violencia machista.
Son, la verdad, pequeños pasos, que dejan sin embargo grandes agujeros. Por ejemplo, sin derogar la Ley de Extranjería, aumenta la situación de vulnerabilidad de muchas mujeres indocumentadas, y sobre esto ni la Ley ni el Congreso han dicho una palabra. Por otro lado, se puede hacer una Ley y después no destinar recursos a las mujeres que logran salir de la prostitución, y no queda tan claro este aspecto crucial, como denuncian mujeres comprometidas al respecto como Mabel Lozano o asociaciones como Apramp (organización para la Prevención, Reinserción y Atención a la mujer prostituida).
En todo caso no basta una ley para afrontar una expresión de la violencia machista y patriarcal tan cruenta como difundida y aceptada. No olvidemos que según Médicos del Mundo el 99% de las víctimas son mujeres y niñas, que España es el primer país de Europa en consumo de prostitución y el tercero del mundo, y que 4 de cada 10 hombres reconocen haber hecho uso de ella. No contribuye a la batalla contra la misma, que es una batalla por la vida, la libertad y la dignidad de las mujeres así como por un rescate de los mejores hombres, los discursos cada vez más difundidos que defienden la consideración de la prostitución como “trabajo sexual” (de hecho, parte de Unidas Podemos, los partidos que han apoyado al Gobierno en su investidura y Ciudadanos o han votado en contra o se han abstenido porque no se explicita la “libertad de las mujeres a prostituirse”). Son discursos que apuntalan el patriarcado, normalizan el hecho de que un hombre se sienta legitimado a practicar sexo con una mujer sabiendo que ella no lo desea, cosifican y objetivizan a las mujeres y constituyen un tremendo peligro para sus vidas. De hecho, el argumento de que donde se regulariza la prostitución disminuye la trata se revela falso viendo los lugares donde es así.
Queda un largo camino, sí de lucha por leyes mejores, pero sobre todo de batalla cotidiana por una posible alianza de mujeres y hombres contra el machismo y por lo tanto también de afrontar la prostitución.