Homicidio en Civitanova Marche. Defendámonos del racismo

Alika Ogorchukwu, nigeriano de 39 años, vivía en Italia desde hacía tiempo. Tenía una mujer y un niño pequeño y la gente lo conocía por ser una persona buena y cordial.
El 29 de julio se encontraba en Civitanova Marche por trabajo pero encontró la muerte: masacrado a golpes en pleno centro por Filippo Ferlazzo, que también le robó el móvil antes de alejarse. Para matarlo, el asesino usó la muleta con la que Alika tenía que moverse tras un accidente.
Frente a esta barbarie nos podemos quedar atónitos, sentir repulsión y asco, o considerarla un hecho de crónica y nutrir aquella indiferencia letal que ha atravesado a muchos que en pleno centro han asistido al homicidio sin intentar pararlo. Habría sido posible si quien grababa la escena con el móvil se hubiese activado y hubiese intervenido. Se puede y se debe reaccionar juntos de manera distinta: está en juego nuestra humanidad.
Estos sucesos son expresión de las lógicas de guerra que desde hace tiempo estamos denunciando, las mismas que dan vida a las guerras que se combaten en los campos de batalla y que se difunden de muchas formas entre la gente normal. Lo que ha ocurrido no es una novedad; no hace mucho tiempo, no muy lejos de donde ha ocurrido este crimen, han habido diferentes episodios parecidos: el atentado de Luca Traini contra los nigerianos en Macerata y el asesinato en Fermo (Ancona) de Emmanuel Chidi Nnamdi. Sucesos parecidos ya no se cuentan más en este país intoxicado por el racismo y por la violencia cotidiana, que tiene como víctimas en primer lugar a las mujeres, a los jóvenes, a los inmigrantes y a quien se le considera diferente. Este clima insano está alimentado por una política que es cada vez más racista y criminal (basta pensar en cómo todos los gobiernos han reiterado los acuerdos con Libia que son la causa de los muertos en el mar) que apoya los conflictos y allana el camino a la indigna propaganda de la derecha racista y fascistoide, que hará de este odio su propia bandera electoral en nombre de una presunta seguridad.
Debemos reaccionar dando coraje a muchas personas voluntariosas que aún así están, afrontando la indiferencia y el miedo, combatiendo sin tregua a los retrógrados que amenazan nuestras vidas. Vivimos ya en sociedades de extraños tendencialmente asesinas y debemos defendernos. Estando al lado de la mujer y el hijo de Alika, a sus personas queridas y a la comunidad nigeriana que ha reaccionado enseguida, llamamos a la gente solidaria y antirracista a unirse, a prestar atención y a comprometerse con nosotros contra el racismo y la violencia.
La indiferencia es más que nunca complicidad.