El aniversario del 1 de octubre de 2017 se ha vivido, como era de esperar, de manera diferente en España y en Catalunya, donde, a su vez, ha sido ocasión para que se expresara, junto al recuerdo, también la frustración y la división dentro del llamado frente independentista.
¿Por qué el 1 de Octubre es una fecha histórica?
Porque ocasionó una enorme oleada de solidaridad en Catalunya con el derecho a decidir y la independencia misma. Oleada protagonizada, también, por muchísima gente que no era independista y que se unió a toda aquella que sí lo era y que autoorganizó un referéndum en el que participaron más de dos millones de personas.
Porque además el Estado se mostró “al desnudo”. Las imágenes de la violencia policial pusieron de manifiesto el corazón del poder estatal: la violencia organizada contra personas inermes. Una violencia chocante además de perfectamente legal.
El 1 de octubre y la huelga general del 3 de octubre fueron los momentos donde la iniciativa directa de la gente fue más clara y decisiva dentro de este fenómeno desigual llamado “procés”.
La represión del Estado fue física, antes, durante y después del 1 O. Fue política: la aplicación del artículo 155 de la Constitución recordó que el régimen español puede actuar contra la voluntad de la mayoría de los habitantes de una Comunidad Autónoma y tomar por la fuerza el poder de sus instituciones locales. Fue judicial: no se trató solo de los sumarios y condenas contra los líderes y miles de activistas independentistas, sino también de la total impunidad hacia la inaudita violencia represora. De hecho, ningún cargo político o policial ni ningún agente ha sido condenado por la represión. Es más, el Tribunal Supremo consideró “violencia” no las cargas policiales sino la resistencia pasiva de la gente que defendía las urnas y los colegios electorales del 1 0 y que se manifestó en las calles de Catalunya.
Por todo esto el 1 de octubre de 2017 es una herida abierta. Por eso muchísima gente catalana lo recuerda justamente con el lema “Ni oblit ni perdó” (ni olvido ni perdón).
La experiencia vivida hace 5 años no está olvidada ni perdida. Por eso el apoyo al “derecho a decidir” sigue siendo mayoritario en Catalunya y también sigue creciendo el sentimiento de independencia. Otra cosa es que este sentimiento coincida con las esperanzas de que se pueda realizar a corto plazo y en los cauces políticos vigentes. Y es que es justamente esta contradicción entre las esperanzas y su realización política lo que alimenta la frustración que en este aniversario hemos comprobado en la calle.
La decadencia de la política afecta tanto a las fuerzas políticas del régimen español como a las independentistas. Cierto, no es lo mismo quienes han decidido y apoyado la represión y quienes la han sufrido con la cárcel o el exilio. Sin embargo, la lógica de la política, que, con sus maniobras, mentiras y traiciones, es una expresión de la lógica bélica, es común a todos los actores políticos. Es algo que se empieza a intuir en algunos sectores de base del independentismo pero a lo que cuesta sustraerse.
Los políticos procedentes de Convergencia Democrática de Catalunya, con Artur Mas a la cabeza, y de Esquerra Republicana de Catalunya cabalgaron la protesta popular para que ésta no les arrollara. Lo hicieron alimentando falsas expectativas de conseguir la independencia en el marco de una negociación con el régimen español y la Unión Europea y a través de una institución que fue integrada en el régimen mismo, como la Generalitat. Por otro lado, en la base del movimiento independentista existía la ilusión de poder obligar a los “políticos” a respetar sus esperanzas de independencia. La represión estatal ha contribuido a evitar un balance sobre esta ilusión que se reveló falsa y sobre otros aspectos, mentiras y luchas de poder del “procés”. Es algo que sigue
pesando todavía hoy. Ante la evidente imposibilidad de forzar al Estado español a conceder la independencia, ERC ha optado por un camino pragmático, manteniendo
“viva” esta perspectiva con medidas y propuestas que sabe perfectamente que no van encaminadas en esa dirección, ya sea la Mesa de dialogo ya sea la petición de un referéndum pactado.
Los post convergentes de Junts tienen el mismo diagnóstico (la imposibilidad de un camino inmediato hacia la independencia) que sus rivales republicanos. Prefieren, sin embargo, seguir mintiendo, tratando de aparecer como los más radicales y cercanos a las aspiraciones populares, cuando lo único que les importa es mantener sus cotas de poder institucional. En una onda parecida se mueve la Asamblea Nacional Catalana, que capta la indignación de muchas personas de buena fe orientándolas, sin embargo, hacia falsas perspectivas, como una Declaración unilateral de independencia para la próxima primavera, y las amenazas de presentar listas cívicas en las próximas elecciones.
Un capítulo aparte merece la Candidatura d’ Unitat Popular (CUP), menos ligada a los juegos y privilegios del poder político, pero tampoco clara a la hora de presentar las posibilidades y los espacios de la independencia de Catalunya o asociándola de forma mecánica, anticuada y estatalista al “socialismo”.
Nosotras y nosotros hace 5 años nos manifestamos con las esperanzas del pueblo catalán con un lema: con el sentimiento de la independencia contra la razón de Estado.
Con un sentimiento de independencia que puede crecer como unión y solidaridad sabiendo que como dijimos entonces y repetimos hoy que la libertad de Catalunya
puede ser la libertad de todos los demás pueblos de la península, pero que necesita también de su solidaridad.
Contra una razón de Estado que justifica la represión de las esperanzas humanas y niega sus derechos, como el de autodeterminación. También contra una razón que en nombre de la “nación” justifica instituciones que excluyen con sus fronteras y sus leyes, negando que somos una común humanidad diferente, un principio que es, para nosotros, la base de toda idea de convivencia benéfica.