Estaba escrito que podía suceder y ha sucedido: una imitación en Brasil de lo que hicieron los trumpistas en Capitol Hill hace dos años. La escoria bolsonarista ha escenificado una manifestación en Brasilia en nombre del no reconocimiento de la validez del resultado electoral y del éxito de Lula, pidiendo una intervención de los militares. Gracias a la connivencia y complicidad del gobernador del Distrito Federal de Brasilia (exbolsonarista) y de las fuerzas de la policía, los manípulos han ocupado por la fuerza el Parlamento y otros edificios del poder (vacíos), vandalizándolos. Al cabo de pocas horas han sido desalojados por las fuerzas militares y Bolsonaro (“fuera”, en Estados Unidos) se ha desvinculado de este delirante intento de “golpe democrático”, reivindicando su “respeto a la ley y a la Constitución”. En realidad este fascistoide misógino y criminal si por una parte quiere y debe seguir incitando a sus seguidores, por otra debe también tomar precauciones -tras la toma de posesión de Lula- del peligro de ser procesado y condenado penalmente por algunas de sus conductas como presidente, in primis de la política negacionista del covid que ha tenido terribles consecuencias para la población.
El intento golpista de Brasilia ha acabado antes de empezar, también porque en esta fase la mayoría de las élites dominantes y de la cúpula militar del país no consideran útil ni preferible una solución neogolpista o bolsonarista. Pero el peligro para la gente voluntariosa en el país continúa y es serio: el consenso en Bolsonaro y en sus desvalores en sectores amplios de la sociedad perdura y una parte de sus seguidores están organizados en verdaderas bandas armadas, acostumbradas a usar la violencia y a menudo fuera de control. Lula y el PT, más allá de declaraciones grandilocuentes sobre la defensa de la Amazonía y de los derechos humanos, han situado la victoria electoral y la nueva presidencia en un programa moderado y fiel a los deseos de las clases dominantes.
Por eso y por su misma naturaleza, esta izquierda no podrá ni sabrá representar, lamentablemente, una barrera válida a la degradación social en curso y al peligro representado por la derecha de Bolsonaro y sus bandas.