Pogromos antimusulmanes en India. Suprematismo asesino

“Que vengan con la policía, con los matones, con sus piedras: no nos iremos hasta que no retiren las medidas discriminatorias”: es la voz de las mujeres que con su sentada en Shaaheen Bagh, en la periferia sur de Delhi, desde hace meses son el símbolo en todo el país de la lucha contra las medidas del primer ministro Modi, que discriminan a la minoría musulmana, unos 200 millones de personas. Es su valerosa y pacífica respuesta a todo lo que ha sucedido, del 23 al 25 de febrero, en la zona noreste de la capital: bandas de nacionalistas fascistas hindúes, protegidos por la policía, han atacado con piedras y tubos los barrios musulmanes, asesinado a 42 personas y herido a 300 para afirmar la consigna del suprematismo hindú alentado por el primer ministro y su partido: “India para los hindúes”. A la misma hora, Modi celebraba la visita de Donald Trump –el del supremacismo de “América Primero”– que alababa el “liderazgo democrático y tolerante” de su colega indio y firmaba un contrato de provisión de armas de tres mil millones de dólares. En el colmo de la demohipocresía el primer ministro indio, frente a los pogromos antimusulmanes, twitteaba: “La paz y la armonía son los
valores centrales de nuestra filosofía”. Sucede en la democracia más poblada del mundo, sucede en la época de la decadencia mortífera de la democracia.