El negocio transgender

La escritora británica y defensora de los derechos de las mujeres y las niñas, Josephine Bartosh, denuncia en The Post Millennial, cómo en EEUU existe un mercado muy lucrativo enfocado a quienes quieren cambiar de sexo y no solo adultos. El cambio de lenguaje de «transexual» a «transgénero» y la modificación de los cuerpos para adaptarlos a la «identidad de género» han conducido, así, sin más, al concepto «infancia transgénero» que ofrece un abanico de «ingresos»: penes protésicos de tamaño infantil, realitys… la industria de la infancia transgénero es vergonzosa y sobrepasa todos los límites de lo moral. Lo que debería hacer saltar las alarmas de la ética sobre medicar y operar a niñas y niños para «aliviar» su angustia mental se convierte en un negocio muy lucrativo.
Bartosh denuncia con fuerza la postura de la American Academy of Pediatrics (AAP). Esta institución dedicada a la salud infantil, con más de 67.000 miembros en EE. UU. Canadá y México, se ha posicionado por la participación de personas trans en el deporte sin discriminar por sexos algo que empieza a cuestionarse en algunos Estados que empiezan a legislar contra la imparcialidad en el deporte de competiciones en base a «identidad de género». Los pediatras consideran que garantizar que mujeres y niñas no estén en desventaja «perjudica a la juventud transgénero». La AAP, que incluye a la farmacéutica Pfizer como patrocinadora, ha publicado un documento en el que defiende que los tratamientos bloqueadores son «reversibles» a pesar de las escasas pruebas clínicas y de las tremendas dificultades que sufren y denuncian comunidades de personas que «detransicionan». En el documento también reconocen numerosos riesgos, entre los que se incluyen «una menor autoestima» y la escasa investigación sobre el impacto en «el metabolismo óseo y la fertilidad». Estos tratamientos son muy lucrativos para las farmacéuticas aun a costa del peligro para la salud de las niñas y los niños.