Entre 500 y 700 personas podrían haber estado en el pesquero que se ha hundido en el Mar Jónico el 14 de junio. De éstas sólo poco más de un centenar han sido hasta ahora rescatadas. La mayoría de los supervivientes son hombres de Siria, Afganistán, Egipto y Palestina. Al menos 100 niños y mujeres estaban hacinados en la bodega del barco, lo cual hace pensar que allí se encontraba la gran mayoría de las personas que habrían perdido la vida. El barco había salido de Tobruk en Libia, un país devastado por la guerra que, junto a otros, recibe dinero para hacer de policía y de guardián de los confines de los países ricos del otro lado del Mediterráneo. La dinámica del accidente no está todavía del todo clara pero ya podemos afirmar con seguridad que se trata de una tragedia inmensa que no tiene más responsables que los Estado y sus fronteras, en este caso, las fronteras de la Unión Europea.
La búsqueda de una vida mejor, de dignidad, de libertad por parte de millones de personas en el mundo no cesará y no hará más que aumentar en los próximos años aunque sólo sea por los cambios provocados por el cambio climático. Se trata de posicionarnos moralmente y éticamente al lado de todas estas personas revindicando una acogida digna y sin condiciones; canales abiertos y seguros para todas las personas que quieran viajar; justicia y dignidad para todas las víctimas. Basta ya de escusas y de cinismo por parte de los Gobiernos que no dudan en gastarse miles de millones en armamento dejando morir sin piedad, cada día, a personas inocentes que la única culpa que tienen es la de querer cambiar el propio destino. Basta ya también de indiferencia de tanta gente común que prefiere mirar a otro lado en lugar de esforzarse en hacer emerger nuestras mejores cualidades humanas, a partir de la solidaridad y de la empatía.
No dejemos que sea sólo la enésima tragedia entre muchas, intentemos reaccionar con toda la buena gente que en estos momentos tan difíciles quiere reaccionar.